Ya comentábamos que el
tema de los relojes no es tan popular en esta época, por eso he puesto
la pregunta en pasado. Pero el escritor español José Jackson Veyán (1852-1935), al parecer se hizo dicha pregunta y nos dio la respuesta en su texto «Relojería», publicado el 12 de noviembre de 1891 en La Voz de México.
Me
arriesgaré a poner aquí un fragmento, aunque tal vez algunas
comparaciones les parezcan ya obsoletas o machistas, pero creo que en el
contexto de la época son bastante ingeniosas:
«Aunque dicen que resultan odiosas, caben muchas comparaciones entre la
máquina de carne y la máquina de metal.
El sereno es un reloj despertador que en vez de repicar en el timbre,
golpea en las puertas con el chuzo.
El casero es un cronómetro inglés que tiene un mes de cuerda y otro en
fianza.
El poeta es un reloj de música, que suena bien, pero que anda mal casi
siempre.
Los oradores políticos no son otra cosa que relojes de repetición.
Hacer que varios hombres se pongan de acuerdo, es como colocar varios
relojes en la misma hora. A los tres días cada uno marcha por su lado.
Tocar la aguja del registro para que un reloj adelante o atrase, es
como necesitar de la justicia para que un hombre cumpla con su deber.
Querer enterarse de lo que hablan cuatro mujeres reunidas, es como
querer saber la hora en una relojería en donde marchan veinte relojes a un
tiempo.»
Nota 1: fragmento de Relojería de José Jackson Veyán, texto publicado en
La Voz de México, al que se puede acceder en la HNDM
(Hemeroteca Nacional Digital de México).
Nota 2: las imágenes han sido encontradas en la red.
¿Con qué nos compararíamos hoy en día?
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